miércoles, 2 de diciembre de 2009

La vida en movimiento es más larga



Claudia Miranda
Kinesióloga
Clínica Ciudad del Mar

¿Realiza usted 30 minutos diarios de actividad física fuera de su horario de trabajo, al menos tres veces por semana? Si su respuesta es no, usted es “sedentario” y debería saber que ya desde los años ’50 se ha probado que esta condición se relaciona con la mortalidad por enfermedad cardiovascular. Además en 1992 la Asociación Americana del corazón (AHA) declara la inactividad física como factor de riesgo primario para enfermedades arteriocoronarias.
Si ahora tiene ganas de ponerse en marcha, primero es necesario aclarar que ”actividad física” no es lo mismo que “vida activa”. La vida activa está referida principalmente al coste energético de las actividades cotidianas. En cambio, la actividad física estructurada implica necesariamente incorporar conceptos derivados de la metodología del entrenamiento para planificar en forma sistemática el proceso en razón de los objetivos que se desean.
Ahora, si su trabajo es realmente movido y requiere un gasto de energía considerable y permanente, como el caso de un vendedor de terreno o una activa dueña de casa, esto es más saludable que no hacer ningún ejercicio, pero no siempre es suficiente. Lo necesario para trasformarse en una persona con “actividad física” es al menos un gasto de 1500 calorías semanales, que se calculan considerando el tipo de ejercicio y las características propias de cada paciente. Si nuestro trabajo habitual significa un esfuerzo menor a éste, hay que poner manos a la obra y empezar un entrenamiento.

¿Cómo comenzar?

¿Qué tipo de ejercicio es el mejor? No existe un ejercicio o actividad física mejor que otra en general, más bien hay uno óptimo para cada paciente.
Si lo que se desea es mejorar nuestra condición física y estética y además prevenir la aparición de enfermedades vasculares o metabólicas, es necesario desarrollar predominantemente ejercicios aeróbicos. Éstos dependen fundamentalmente del oxígeno para la producción de energía y utilizan grandes grupos musculares. De ahí que esta actividad sea capaz de generar un elevado gasto de energía, que es nuestro “combustible”, consumiendo especialmente lípidos (grasas) e hidratos de carbono. Durante los ejercicios aeróbicos continuos de baja intensidad, el combustible que predomina son los lípidos, pero a medida que la intensidad se incrementa, la contribución de los hidratos de carbono también sube. Se ha demostrado que en un trabajo que permita sostener un ritmo estable, la contribución de los lípidos es cada vez mayor. No tiene base científica la conocida frase: “las grasas se comienzan a quemar después de los 20 minutos de iniciado el ejercicio”. Incluso en reposo quemamos lípidos.
También el entrenamiento debe incluir una proporción de ejercicios anaeróbicos, que no utilizan oxígeno, son de fuerza fundamentalmente y sirven para fortalecer la musculatura.
En el Centro de Diagnóstico y Tratamiento de la Obesidad de Clínica Ciudad del Mar, se desarrolla el Programa de Obesidad y Ejercicios impartido en el Servicio de Kinesiología, donde existen profesionales, que, en base a sus conocimientos teóricos y científicos, realizan una detallada evaluación, que arroja datos precisos de las condiciones corporales de nuestros pacientes y, de acuerdo a ello, es posible plantearse los objetivos para trabajar con el fin de contribuir a mejorar su calidad de vida.